El pueblo ecológico en donde hay un solo carro eléctrico para todos
Langouët, norte de Francia, ha desarrollado diferentes proyectos para autosostenerse.
“Lo pequeño es hermoso” sería el eslogan ideal para el pueblo de Langouët en Bretaña, al norte de Francia. Esta comunidad de 600 habitantes, ubicada cerca de Rennes, está bien encaminada hacia la autonomía energética y también aspira a la autosuficiencia alimentaria. En los últimos 20 años, Langouët ha desarrollado una gran cantidad de proyectos ecológicos, diseñados para cumplir con estos objetivos.
Desde 2004, una cantina sirve productos 100% orgánicos y locales; cuenta con viviendas sociales pasivas (sin uso de calefacción activa, o muy poco); una aldea de “casas de jardín-cocina”; un jardín utilizado para enseñar permacultura; un café comunitario; una planta de energía solar; un centro de actividades centrado en la economía social y solidaria; un coche eléctrico compartido… Daniel Cueff, alcalde de Langouët desde 1999, ha sido el principal impulsor de este cambio.
Cueff, quien admite que terminó como alcalde de Langouët “un poco por accidente”, puede confiar en el compromiso de los habitantes para poner en marcha estos proyectos, de tal manera que, en un contexto de reducción de las arcas públicas, el pueblo pudo contar con sus residentes para financiar sus experimentos.
Cualquier cosa que podemos hacer a nivel local, ¡la hacemos!
“Cualquier cosa que podemos hacer a nivel local, ¡la hacemos!”, dice Cueff. Entonces, ¿Por qué no aplicar lo mismo a la financiación? ¡Misión cumplida! Este año, el ayuntamiento pidió prestados 25.000 euros (29.642 dólares) a los residentes. La iniciativa fue incluso víctima de su propio éxito: los fondos se recaudaron en solo dos días, de un puñado de residentes. Cabe destacar que esta no era la primera vez que el ayuntamiento de Langouët había intentado tal hazaña. En 2016, ya habían pedido un préstamo de 40.000 euros a los vecinos para financiar parte de la remodelación del pueblo. En ambos casos, los banqueros del municipio pudieron prestar entre 200 y 2.000 euros a una tasa bruta de interés anual del 2% durante un período de seis años.
El segundo préstamo se utilizará para crear un jardín de aprendizaje comunitario donde los locales puedan estudiar la permacultura, que se centra en métodos agrícolas naturales y poco agresivos. “A través de este proyecto, también queremos crear vínculos intergeneracionales; los ancianos podrán enseñar sus técnicas de cultivo a más jóvenes”, explica Cueff. Su sueño es ver a cada uno de los vecinos involucrarse en los proyectos. “Quería contribuir al desarrollo del pueblo e invertir en él para hacer realidad las numerosas ideas que surgieron de nuestros talleres ciudadanos”, dice Hélène, una residente de Langouët que prestó 2.000 euros. “Las propuestas de proyectos también nos interesan; sin duda nos gustaría vivir en una casa pasiva”, agrega esta nativa de Bretaña, mientras sale del automóvil eléctrico compartido del pueblo.
Cada uno de los propietarios trabajó durante 30 días en el lugar de construcción, con la asistencia de la organización sin fines de lucro Compagnons Bâtisseurs (Compañeros de construcción), que lucha por la vivienda digna. “Es una forma de reducir el coste de las viviendas pero también nos permite conocer nuestras casas y a nuestros vecinos mucho más rápido”, explica Sébastien Longechaud, propietario de una de las casas, decorada con persianas de colores brillantes y recubierta con grandes paneles solares. “Somos sensibles a los problemas ambientales y elegimos venir a vivir a Langouët, en una de estas casas de madera”, dice Jérôme Gimenez, otro propietario. “Nuestra factura energética es baja, alrededor de 200 euros al año para una propiedad de unos 80 m2”, añade.
El ayuntamiento quiere llevar las cosas aún más lejos y construir una aldea de casas “Triple Cero” (cero energía, cero carbono, cero desperdicio). Diseñado por un laboratorio de investigación, un primer prototipo llamado Casa BioClim se presentó esta primavera y actualmente preside una gran parcela de tierra en la entrada de la aldea. Cada casa tendrá un invernadero en su tejado para cultivar vegetales usando técnicas de permacultura, o para producir energía. Langouët pronto podría acercarse a su sueño de la autosuficiencia alimentaria gracias a estas “casas de jardín-cocina” y a la tienda de venta directa de la granja, que trabaja con productores de pollos orgánicos.
Las ideas para nuevos proyectos siguen en ebullición. “Buscamos la autonomía energética en los próximos diez años, gracias a los paneles solares y los trackers (estructuras pivotantes que aseguran que los paneles solares están orientados hacia el sol, aumentando así su productividad)”, dice el alcalde. Ahora negocia acuerdos con las autoridades locales vecinas para poder “inspirarse de lo que se hace en otros lugares”.
Como era de esperar, el pueblo se ha ganado una sólida reputación por ser pionero en la transición ecológica, por lo que están recibiendo una marea de peticiones de potenciales residentes. “Un francés en Florida, Estados Unidos, quiere volver a Francia y nos preguntó si teníamos casas disponibles”, dice con orgullo el alcalde de Langouët. Pero no todas las demandas se pueden satisfacer. Los futuros residentes “serán elegidos de acuerdo con su nivel de disposición para participar en el proyecto”, explica Cueff. Aquellos que deseen hacer de este pequeño pueblo bretón su hogar ¡necesitarán mostrar sus credenciales ecológicas!