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Edimburgo, una ciudad de cuento y bruma

Con su imponente castillo y sus callejones oscuros, la capital escocesa es un destino imperdible.

Situada al este de Escocia y bañada por el mar del Norte, Edimburgo es una de las ciudades más visitadas del Reino Unido. La capital escocesa tiene dos almas. Por un lado, la ciudad medieval, que se extiende alrededor de la Royal Mile, su calle principal, y une el castillo con el palacio de Holyrood, residencia oficial de la familia real británica.

Por otro, la ciudad nueva, separada de la parte antigua de Edimburgo por los jardines de Princess Street. Se construyó a finales del siglo XVIII para paliar el problema de la superpoblación y nació como un barrio residencial, con edificios señoriales y grandes avenidas, al que se mudaron los ciudadanos más acaudalados.

La ciudad nueva está a un paso de la zona antigua. De hecho, en Edimburgo las distancias son muy cortas, por lo que es posible visitar los principales monumentos solo caminando.

Si se dispone de poco tiempo para conocer la capital escocesa, Jacobo García-Manzano, ejecutivo de operaciones de Viajar por Escocia, una agencia que ofrece excursiones guiadas en español, recomienda visitar “el castillo, Calton Hill y el Museo Nacional”.

El castillo es el monumento más representativo de Edimburgo. Ubicado sobre una escarpada colina, solo se puede acceder a él desde la Royal Mile. La entrada de la fortaleza está custodiada por las estatuas del rey Bruce y de William Wallace, dos personajes históricos muy conocidos en todo el mundo debido a la película ‘Corazón valiente’.

Además, en la primera planta del palacio real se pueden contemplar las joyas de la corona escocesa y la Piedra del Destino, un antiguo símbolo de la monarquía escocesa que ha estado presente en las coronaciones desde hace cientos de años. De hecho, la Piedra del Destino solo abandona Escocia cuando se corona un nuevo rey en la Abadía de Westminster, en Londres.

Visitas imprescindibles

El cañón de la una en punto tomó el relevo de la bola del tiempo del monumento a Nelson, situado en Calton Hill, un parque con unas impresionantes vistas de la ciudad. Cada día, a la una en punto, caía la bola desde lo alto de la torre con la intención de orientar a los marineros. Sin embargo, la caída de la bola era difícil de ver desde el fiordo debido a la presencia habitual de niebla, por lo que este método dejó de utilizarse. Y a pocos metros se alza el Monumento Nacional de Escocia, construido a finales del siglo XIX para homenajear a los soldados caídos durante las guerras napoleónicas.

La idea era hacer una réplica del Partenón de Atenas, pero el presupuesto para la obra se acabó (se dice que buena parte de él se gastó en whisky), y el proyecto terminó siendo abandonado. Solo se construyó un ‘trocito’ de Partenón.

En un principio, los ciudadanos lo llamaron ‘la vergüenza de Edimburgo’, pero hoy, con sus doce columnas, es un monumento muy apreciado y uno de los más icónicos de la ciudad.

Entre las visitas imprescindibles está el Museo Nacional, que exhibe colecciones de naturaleza, ciencia y cultura y alberga a la famosa oveja Dolly disecada. Dolly fue el primer mamífero clonado del mundo.

Así mismo, Edimburgo tiene un gran museo de pinturas, la Galería Nacional, con obras de grandes maestros como Rubens, Rembrandt, Tiziano, Velázquez, El Greco o Monet. Se sitúa junto a los jardines de Princess Street, con entrada gratuita. Otro museo característico de Edimburgo es el de los Escritores, dedicado a la vida y obra de tres grandes literatos escoceses: ‘sir’ Walter Scott, Robert Burns y Robert Louis Stevenson.

La huella de Scott está muy presente en la ciudad. Hay un gran monumento en Princess Street en honor del autor de ‘Ivanhoe’, e incluso la estación principal de Edimburgo lleva el nombre de una de sus novelas, Waverley.

Robert Burns es uno de los poetas más queridos por los escoceses. Conocido también como el bardo de Ayrshire, vivió en el siglo XVIII y escribió sobre cultura y tradiciones de su tierra.

Robert Louis Stevenson, autor de ‘La isla del tesoro’, es uno de los escritores escoceses más famosos del mundo. Nació en Edimburgo en 1850 y allí vivió durante su juventud hasta que debió viajar en busca de climas más benignos para su delicada salud.

La imaginación al poder

Una de las obras más consolidadas de Stevenson es ‘El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde’, que cuenta la historia de un prestigioso médico que por la noche se transforma en un villano capaz de cualquier bajeza.

Al parecer, Stevenson encontró la inspiración para este libro en un personaje de su Edimburgo natal: William Brodie, más conocido como Deacon Brodie. Era un popular ebanista que, debido a su profesión, tenía acceso a las casas de familias adineradas. Esto le dio la oportunidad de hacer copias de las llaves para poder volver por las noches a robar.

Por sus robos en viviendas, establecimientos e incluso en la Universidad de Edimburgo fue detenido, juzgado y finalmente ahorcado ante una multitud de 40.000 personas. En la Royal Mile hay una taberna que recuerda al singular personaje, la Deacon Brodie’s Tavern.

No muy lejos, en la calle George IV Bridge, está The Elephant House, la cafetería donde J. K. Rowling escribió la primera de las novelas de ‘Harry Potter’. Los baños del local han servido de lienzo a los fanáticos del popular mago. Tanto que sus paredes, techos, puertas y espejos están repletos de frases y dedicatorias referentes al universo de Potter.

Pero no se puede terminar un recorrido por el Edimburgo literario sin recordar al padre de Sherlock Holmes. Arthur Conan Doy-le nació en Edimburgo y estudió medicina en la universidad de la capital escocesa. Uno de sus profesores, Joseph Bell, le sirvió de inspiración para crear al famoso detective. Este prestigioso médico destacaba por su gran capacidad de observación y deducción e, incluso, llegó a colaborar con la policía.

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