ComercialEstilo de vidaForumnaturaNaturalezaNoticiasOpiniones

El ruido oculta los sonidos de la naturaleza y afecta negativamente a los turistas

Como reeducar el oído para disfrutar de los sonidos del silencio de la naturaleza

Vamos caminando por una bellísima altiplanicie, al pie de las montañas. No es un bosque pero tiene árboles. No es un pastizal pero tiene hierba. La vista alcanza bien lejos. La variedad biológica es impresionante. Una gran zona abierta por el uso respetuoso no industrial del ser humano, en la que se combinan las herbáceas, el matorral y los pequeños manchones de árboles dispersos y bien podados por los grandes herbívoros. Hasta hace bien poco, pero quizá lo más importante, ya desde antes de que entrase el género Homo, los ecosistemas abiertos han sido predominantes en toda Europa, permitiendo una biodiversidad masiva. Y seguramente, en la mayor parte de zonas no tropicales del Planeta. Se escuchan tórtolas turcas pero aún en las zonas más boscosas resuena modesto el finísimo canto de las últimas tórtolas europeas. El vuelo y canto de los insectos está por todas partes. A cada paso, las lagartijas huyen explosivamente para luego contemplarnos desde una posición más estratégica. Las cornejas, pinzones, milanos y el mismo viento, cantan un manto que nos envuelve. Los sentidos se agudizan. Las briznas de hierba nos proporcionan información a cada caricia cutánea. Eso es lo que sentían los humanos paleolíticos. Son testigos los montes del fondo -con algún nevero resistente-, que también nos contemplaron en aquellos años mozos como especie.

 

En ese preciso instante, un cicloturista con el móvil colgando irrumpe emitiendo una canción a todo volumen. Su gesto lo dice todo: la mirada perdida en sus tribulaciones, y esos compases de estilo Trap-Electrónica de fondo, fruto del cortaypega más automático, que probablemente contribuyan a la negatividad progresiva del ánimo de la humanidad. No se entera de nada.

 

El problema del ruido: la contaminación acústica.

Hace meses, tratamos sobre la poco apreciada pero gravísima contaminación lumínica. Decíamos que su gravedad es solo comparable con la falta de conciencia de la misma. Pues bien, sí se puede comparar con otra cosa: la contaminación acústica. Como la luz, el ruido también ha ido creciendo por todas partes, poco a poco, sibilinamente, y ya lo aceptamos como algo “normal”. Pero esta vez, no se puede decir que sea un asesino silencioso…

Parece que uno de los venenos de la civilización es indefectiblemente el ruido. Ya en la antigua Roma y la Edad Media, existían normativas municipales sobre ruido. Muy lejos quedan, sin embargo, aquellos inocentes ruidos de algún caballo o carruaje. Pónganse a pensar en fuentes de ruido del mundo moderno… son prácticamente infinitas. Y muy potentes. Y muy constantes.

 

Por mucho que estemos (mal)acostumbrados, a todo el mundo le ha molestado alguna vez algún ruido… al menos, para quienes sean capaces de oír, porque uno de los efectos más estudiados es la pérdida de audición a largo plazo. No sé a ustedes, pero a mí me produce escalofríos saber que uno de cada cuatro adultos de EEUU sufre pérdida de audición por el ruido. Actualmente, tenemos en el mundo a más de 1.100 millones de jóvenes expuestos a este riesgo por los auricularesconstantes y otros hábitos. Por supuesto, los efectos no se quedan ahí: infartos de miocardio, alteraciones del desarrollo cognitivo en niños, pitidos, trastornos del sueño y problemas de salud mental, entre otras joyas, perlas y lindezas. A mí, se me han quitado las ganas de hacer ruido. ¿A ustedes?

 

La enfermedad del ruido.

¿Pero cómo? ¿No he hablado ya suficiente de todos los problemas que nos ocasiona el ruido? Pues sí, he hablado de los problemas derivados del ruido, pero ahora hablaremos del ruido en sí. Ese sonido caótico que está por todas partes. Ese sonido que ya no está limitado a las grandes ciudades, tampoco a las pequeñas… y ni siquiera a los pueblos;se escapa más allá.

 

Ya es prácticamente imposible grabar sonidos de naturaleza en ninguna parte del planeta, por remota y aislada que sea, sin que se cuele como mínimo algún avión de pasajeros, o incluso inesperados helicópteros. ¿Recuerdan las alteraciones que sufren las personas? Pues como no podía ser de otra manera, el ruido afecta de maneras similares y decisivas a las comunidades animales terrestres, así como a las marinas. Y esto incluye hasta animales invertebrados. Los efectos se prolongan más allá e impactan incluso sobre la vegetación, pues los animales influyen radicalmente en la composición vegetal y del resto de seres de los ecosistemas. Les contaré un secreto: ustedes también forman parte de esos ecosistemas…

 

Ya no nos damos cuenta. Llevamos el ruido puesto. Llevamos el ruido dentro. Vivimos en la cultura del ruido. Exportamos ruido. Es la enfermedad del ruido.

Cómo ser parte de la solución

Como de costumbre, ustedes los guías de naturaleza, tienen una responsabilidad y un poder maravillosos. Las actividades recreativas al aire libre también producen graves problemas de contaminación acústica. No solo se pueden planificar mejor las actividades habituales; ustedes pueden orientar y diseñar directamente sus actividades para responder a esta necesidad. Necesidad de todo el entorno, pero también de sus clientes. A estas alturas de la evolución cultural, el ruido ya no solo es un sonido. Las perturbaciones desordenadas de todo tipo invaden cualquier manifestación humana (no hay más que observar el fenómeno de la infoxicación en las redes sociales). Y esas perturbaciones también están en la mente, impidiendo pensar con claridad y orientar la atención. Recuerden: la enfermedad del ruido.

 

Todos mis lectores conocen perfectamente que la capacidad de conexión con el medio es esencial del Homo sapiens. Cuanto menos conectamos con el entorno, más amputados caminamos por la vida. Y caminar peor significa que el ruido –ese depredador- nos atrapa más fácilmente. La famosa burbuja de aislamiento que hay que romper… La extinción de la experiencia nos deshumaniza. Es posible que estemos demasiado domesticados.

 

La buena noticia es que ya disponen de poderosas herramientas para ser utilizadas en crear autenticas experiencias turisticas:

 

  • El oído humano es bastante más potente de lo que parece. Es algo para hacerlo valer en sus excursiones. Pueden aprovechar para concienciar simultáneamente de la pérdida de biodiversidad y re-sacralizar ciertos aspectos del entorno.
  • Ofrezcan ejercicios para reeducar el oído, lo cual incluye recuperar la capacidad de apreciar el silencio. Estarán reeducando cerebros.
  • Organicen excursiones terapéuticas en entornos nevados si los tienen. El filtro sonoro que proporciona la nieve es una bendición.
  • Y ya puestos, combatamos el ruido en un sentido más amplio:jueguen con los elementos naturales. Siempre y cuando se administren bien los riesgos, el frío puede ayudar a disipar esas distracciones interiores; ese ruido mental; esa desconexión. Ofrezcan excursiones en las que las personas puedan interactuar con su entorno, proporcionando experiencias salvajes comestibles.

 

Y no olviden salir al campo y renaturalizarse…Pero, como los antiguos indios amazónicos hacían en los caminos comunales, mejor hablen bajito.

Por Carlos Fernandez, nuestro medico de cabecera que nos ayuda en la renaturalización. La faceta más convencional la cumple como gastroenterólogo y hepatólogo asistencial, siendo también investigador traslacional y clínico en el IDIPHISA

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba