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Viajar a la naturaleza, el mejor antídoto para reducir el stress (I)

Una demanda que crece en busca del ansiolítico natural, y se encuentra en todas las áreas naturales

¿Qué les puedo contar a estas alturas del famoso estrés…? Pues quizá más de lo que creen.“¡Pero bueno, si está por todas partes! Si llevamos décadas con el tema. Si esto ya nos lo sabemos.”Bueno, ¿sabemos de lo que hablamos? Y sobre todo, ¿qué tiene que ver todo esto con el turismo de naturaleza?

¿Qué es el estrés? ¿Es tan malo?

La palabra viene del término inglés “stress”, que no significa otra cosa que “tensión”. Cualquier tensión o intensidad se puede denominar stress. Por lo tanto, un organismo o célula puestos a prueba por los estímulos del entorno están sometidos a un cierto estrés. ¿Y esto es bueno o malo? Pues les daré la respuesta que más nos gusta a los científicos: depende.Las reacciones de adaptación son absolutamente naturales y necesarias en los seres vivos. De este modo viven y sobreviven.Efectivamente, usted también es un ser vivo…

¿Le ha sonado un poco neutra mi descripción? Pues era exactamente lo que pretendía. El estrés es parte de la vida normal; de la Vida. El problemilla es que a día de hoy, el término es mucho más que un proceso científico y aséptico. Ha cobrado la categoría de mito. Todo empezó cuando, en 1936, Hans Selye comenzó a hablar de un “síndrome general de adaptación”, posteriormente denominado “estrés” en el mundillo de la Biología y la Fisiología. Hasta aquí, todo muy científico. Pero es que este hombre tenía alma de poeta. Acabó siendo un divulgador excelente y un pensador: un sabio famoso. Para 1976, estaba definiendo los tipos de estrés para el público general (“bueno” o “malo”), al mismo tiempo que proponía otras afirmaciones aparentemente contrarias y menos precisas, e incluso ha trascendido su frase: “el estrés no es lo que te ocurre sino cómo reaccionas a ello”. Como se ha criticado en publicaciones científicas, esto mezcla los términos coloquiales con los científicos, y nos hace colorear el concepto del estrés con nuestra (maravillosa) subjetividad. No le tenemos que quitar mérito al bueno del Dr. Selye, pero dado el monstruo en el que se ha convertido el asunto del estrés, merece la pena aportar unas pinceladas de claridad.

Al cerebro le gusta estar estimulado

Bueno, y entonces, ¿qué pasa con el estrés? ¿Estamos hechos para poder con todo? Porque a veces parece que nos pasa todo por encima…

Bien, aquí traeré a colación los recuerdos que me trae un profesor mío de Psiquiatría, donde quiera que se encuentre a estas alturas. Recuerdo que nos pintó una gráfica que me resultó muy reveladora. Era una mezcla entre los planteamientos del Dr. Selye y los suyos propios. Trataré de dibujarla para ustedes. O al menos, cómo la recuerdo y elaboro:

 

Figura 1.Aquí tenemos un modelo de andar por casa sobre el estrés y cómo nos hace sentir. Tienen que agradecérselo a aquel profesor de Psiquiatría que un buen día se le ocurrió pintar sus ideas en la pizarra. ¿Estará leyendo esto?

 

Podemos representar la intensidad de los estímulos en el eje X. En el eje Y, el impacto que esta intensidad tiene en nosotros.Como se ve en el centro, cuando el estímulo o estímulos no aumentan mucho, el impacto es bajo e incluso se mantiene en el área de lo que experimentamos como positivo. Cuando aumentan mucho los estímulos -hacia la derecha- nos vamos al malestar, dibujándose una curva ascendente. Pero aquí viene lo más interesante: conforme vamos estando infraestimulados hacia la izquierda… ¡el malestar vuelve a aumentar! Siempre se aludió a estar entre algodones como algo negativo…Aunque la realidad es compleja y ambigüa por la variedad de estímulos y nuestra elaboración de los mismos, podemos afirmar un principio general: como un músculo, el cerebro necesita trabajar con cierta carga, o le pueden pasar cosas parecidas a cuando se sobrecarga.Al cerebro… y a nosotros enteros, qué diablos.

 

El estrés en el mundo contemporáneo: la ansiedad… porque sí

Ahora ya saben varias cosas, y les puedo asegurar que son muchas más de las que sabe la mayor parte de la gente. Una es que el estrés no tiene por qué ser malo (ni bueno); se trata de cómo un organismo se tensiona para adaptarse ante las demandas cambiantes del entorno. Otra es que esa máquina maravillosa que son ustedes viene muy bien preparada para aguantar un grado de estrés promedio, y así es como funciona “contenta”. Ni más ni menos que un buen vehículo que puede romperse con un mal uso, pero que si se queda en el garaje, acabará por estropearse.

Las respuestas de estrés con normales y fisiológicas especialmente si responden a estímulos concretos de corto plazo. Un caso típico y extremo es el de la respuesta de “luchar o escapar” cuando algún peligro se nos viene encima. El sistema nervioso simpático se activa al máximo, la adrenalina corre por todas partes, y la reacción nos ayuda a salir del apuro, bien sea huyendo, bien enfrentándonos a él. Toma una gran cantidad de recursos pero nos sale a cuenta. Nos produce una serie de respuestas corporales y emociones desagradables que nos aceleran y angustian: la ansiedad. Pero funciona bien, y cuando todo ha acabado, volvemos poco a poco a la calma.

Lo normal durante millones de años ha sido que estos peligros fueran ocasionales o cortos. Y en caso de que no lo fueran, se trataba por lo general de asuntos estresantes solucionables: sed, hambre, frío, calor, una infección… El cuerpo se adapta con sus respuestas fisiológicas y la conducta también, buscando una resolución al problema porque nos incomoda. Hasta aquí, todo fenomenal. Podemos asumirlo. Pero, ¿qué ocurre cuando son muchísimos los estímulos estresantes, generalmente psicosociales? ¿Y si no se solucionan, o cuando lo hacen, crecen más, como las cabezas de una hidra? ¿Y si esos estímulos nos producen pensamientos negativos? ¿Y si ser conscientes de la respuesta de estrés, también nos produce pensamientos negativos?¿Y cuando los estímulos son más imaginarios que reales? ¿Y qué pasa cuando nos sucede todo a la vez? Vamos a darle una vuelta de rosca…: ¿Y si esto se combina con una falta de los estímulos adecuados?

Ya me estoy agobiando solo de escribir esas preguntas. Se han escrito ríos de tinta sobre el estrés y la ansiedad patológica. Los de ahora; los que todos conocemos. Los feos. Y las consecuencias para la salud son espantosas en su conjunto.No les voy a aburrir con datos ni enlaces. Simplemente, esto hay que cambiarlo.

Qué nos pasa cuando salimos al aire libre

Por fin vamos a ir cerrando el círculo… pero parece que nos hemos quedado “sin tiempo”. Les tengo que emplazar a la próxima entrega, en la que desentrañaremos cómo pueden ustedes contribuir a mejorar la salud de sus clientes y la de ustedes mismos. ¡Prometo ser mucho más positivo!

Como hilo de enlace, les dejo pensando en esta foto y una pregunta que les hago: ¿es este entorno estresante o relajante?

Figura 2. Se levanta el Sol tras despertar de un buen vivac en mitad de la nada.

 

 

Y no olviden salir al campo y renaturalizarse…Les doy permiso para estresarse un poco.

or Carlos Fernandez, nuestro medico de cabecera que nos ayuda en la renaturalización. La faceta más convencional la cumple como gastroenterólogo y hepatólogo asistencial, siendo también investigador traslacional y clínico en el IDIPHISA

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