No es que de repente la moda es que todo deba ser sostenible y en concreto el turismo, sino que debería ser sentido común para los emprendimientos y empresas, en este caso turísticas, aunque valido para todos.
La gran subida en números de turistas a nivel mundial con más de 1.200 millones internacionales, a los que hay que sumar los turistas nacionales, que triplicarían ese número, obviamente tiene su coste y no es gratis.
Es cierto que si solo se mirase las cuentas de resultados de los alojamientos y demás establecimientos turísticos, pues estas salen bastante importantes y más en estos últimos años y con previsiones de seguir creciendo, lo que augura un buen negocio para las empresas de esta industria y en especial las que se ubican en destinos maduros como los españoles del sol y playa y algunas ciudades clave.
Si no se tiene en cuenta los costes de servicios, infraestructuras públicas y demás facilidades para los turistas, el balance sin duda sale muy positivo. Pero si se pusiese en la balanza costes e ingresos, ya habría grandes dudas.
Lo cierto es que no todo es tan bonito, como parece y de hecho el denominado “Sindrome Venecia” cada vez esta más presente y se agudiza.
Es un hecho el “Tourist go Home” de Barcelona, donde al igual que Venecia, los cruceristas y las grandes concentraciones de turistas, muchos de ellos tipo low cost, que no por eso, sino porque su repercusión económica es mucho menor y generan el mismo coste, han y están causando tal impacto social, que están obligando a sus responsables públicos a tomar medidas urgentes, porque en muchas ocasiones se hace realmente insostenible.
Estos episodios de reacción activa y negativa por parte de la comunidad, son como muchos indicadores ambientales de capacidad de carga, alertas que a veces ya pueden indicar situaciones irreversibles o como mínimo de muy alto coste.
Se puede afirmar que son un caso de “morir de éxito” por su insostenibilidad. El problema es que pueden morir y la reencarnación o resurrección del destino es poco probable. Puede que algunas empresas se puedan deslocalizar pero nunca el destino. Es lo que técnicamente se llama entrar en la fase de declive.
Aquí nos enfrentamos a una duda sobre la sostenibilidad y la competitividad, porque al final no ser sostenible puede ser muy caro y si no vean estos casos como Reikiavik, Venecia, Barcelona… o como Nueva York ha actuado re-conduciendo la oferta y flujos turísticos hacia otros barrios, creando entornos propicios y fuera del área más atractiva de Manhattan. En parte esto se llamaría rejuvenecimiento de un destino que podía estar estancado o comenzando su declive.
La sostenibilidad turística implica una gestión eficiente de su patrimonio social, cultural, natural-ambiental, y económico y a su vez estos factores son la clave para conseguir calidad y por ende experiencias memorables en sus visitantes, pero también sin olvidar a su comunidad que son parte esencial de ese todo que forman los destinos y suele olvidarse.
Un cordial saludo,
Arturo Crosby
CEO
Forum Natura Internacional
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