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Ámsterdam impide visitas turísticas a las prostitutas del Barrio Rojo

El Ayuntamiento suspende las rutas guiadas por respeto a las mujeres que se muestran en las famosas ventanas

El Ayuntamiento de Ámsterdam ha prohibido las visitas guiadas en el Barrio Rojo, la zona del centro de la ciudad donde se concentra el negocio de la prostitución. Aunque la medida alcanzará, en diversos grados, a otros puntos del casco antiguo, allí ha sido tomada “por respeto a las trabajadoras del sexo”. La mayoría se muestra en las ventanas y escaparates que han convertido el lugar en una atracción turística. Justo lo que el Consistorio quiere evitar. Desaparecen también las giras por los bares de la zona anunciadas solo para consumir alcohol en todos ellos. La medida entrará en vigor en enero.

Los paseos con guía por el Barrio Rojo se anuncian en todo tipo de publicidad relativo a la capital holandesa, pero “en estos momentos, está fuera de lugar ver a las prostitutas como un entretenimiento para el turismo”, ha dicho Udo Kock, concejal de Finanzas. El año pasado, el Ayuntamiento ya estipuló que los grupos dieran la espalda a las ventanas rojas que dan nombre al lugar, cuando se detuvieran para atender a las explicaciones del cicerone. Tampoco podían tomarse fotos, mirarlas de forma continuada o llamarlas a voces. Beber durante el paseo estaba también prohibido. De nuevo, se trataba de evitar la intimidación y reducir la congestión urbana.

Por De Wallen (los muros, en neerlandés) el nombre oficial del distrito, pasan más de un millar de grupos semanales, según cifras municipales. En hora punta, llegan a sumar 28 a la hora, y tanto los vecinos como las prostitutas se quejan del ruido y las aglomeraciones. La nueva regulación se ha impuesto al ver que la situación no mejoraba. En el resto de las calles de la ciudad, los grupos no podrán superar las 15 personas, y el guía deberá contar con el correspondiente permiso.

Aunque los grupos desaparecerán del Barrio Rojo, los turistas sí podrán ir acompañados de un experto en cualquier modalidad de embarcación por los canales, previo pago de una tasa de 66 céntimos de euro. Desde 2018 ocurre lo mismo con los autocares. Para evitar el efecto llamada y que aumente de nuevo el volumen de este tipo de diversión, se ha puesto fin a los paseos gratuitos. La autorización para el cicerone cuesta 100 euros. Los que operen sin licencia se arriesgan a una multa de 190 euros. Si el fraude lo comete una empresa, la sanción aumenta a 950 euros. En caso de reincidencia —tres veces como máximo— se retira el permiso de forma permanente.

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