El año pasado tuve la oportunidad de conocer un recorrido que si bien ya se veía interesante, la experiencia de viajar en tren por todo lo alto, fue realmente más que satisfactoria, realmente atractiva y de gran valor turístico, sobre todo en el contexto de Latinoamérica.
No se trata del tren que llega a lo más alto de América ni del planeta, aunque la verdad por pocos metros, porque curiosamente estos otros 2 trenes que tienen dicho record de altura, uno está también en Perú (Tren entre Lima y Huancayo, con una estación intermedia la de Ticlio, ubicada a 4.829 metros) y el mas alto en el Tibet (Estación de Tangula, a 5.072 m de altura, la más alta del mundo), pero el objetivo del viaje y del tren, denominado Peru Rail Titicaca, de la compañía Perurail, no busca batir ningún record de altura, sino de ofrecer algo memorable y recordable, un viaje por todo lo alto de los Andes, con un servicio exclusivo a sus pasajeros, y al mismo tiempo ofrecer a sus viajeros unas vistas increíbles de los páramos, montañas y cumbres fascinantes de este entorno natural.
Para aquellos que no se conforman con mirar a través de las ventanas del tren o del vagón terraza, con su mirador, este ferrocarril hace una parada en medio del camino, a unos 4.330 msnm si mi memoria no me falla, “La Raya” , donde parece que el tiempo se mide en otra escala y aunque la estadía es corta, merece la pena porque después de estar observando esos paisajes, ahora se tiene la oportunidad de adentrase a esa esa altitud (Con sensaciones de estar casi flotando por el efecto de la altitud, sin llegar a sentir el soroche o mal de altura, que se suele comenzar a notar a partir de los 3.500 m, dependiendo del organismo de cada uno y de la actividad física que se haga) y claro, de paso poder hacer algunas compras en un mercadillo de artesanías y prendas, gestionado por la comunidad indígena, con la que la empresa tiene un acuerdo de colaboración.
Este tren, del que les hablo, Belmond, parte de Cusco, ciudad que si alguien va a Perú, no debería perderse, ya que posee un casco histórico realmente que denota el Patrimonio histórico del país y es visitado por bastante turismo internacional. Su última estación del recorrido se localiza en la ciudad de Puno, a orillas del Lago Titicaca, haciendo casi frontera con Bolivia.
Y obvio, si se viaja a Cusco, no pueden perderse la visita no solo recomendada, sino casi obligada del Machupichu, santuario inca, que ha estado a punto de sufrir graves deterioros en su patrimonio, por la cantidad de turistas que lo visitan.
Para ir desde Cusco a Machupichu, existen varias opciones, dependiendo de las motivaciones y expectativas de cada viajero y claro del esfuerzo que se quiera invertir.
Se puede viajar caminando, en un trekking de unos 4-5 días, por el famoso “camino del Inca”, para lo cual es muy recomendable y mejor dicho necesario tener buenas condiciones físicas, equipo y actitud de lo que implica un trekking, con dormida en vivac o en tiendas, o bien ir en helicóptero (no sé si seguirá existiendo dicho servicio), y en todo caso, si no se dispone de mucho tiempo, para mí lo más recomendable es hacerlo en tren, en el Vistadome, también de la misma compañía Perurail, con unos buenos y amplios ventanales por los que se puede apreciar los diferentes paisajes, así como un buen servicio a bordo.
Cusco, Machupichu, La Raya, Puno y el Lago Titicaca
Y claro, como ya les comenté, Macupichu es visita obligada e imperdible, cuando se viaja a Perú, pero escojan muy bien a su guía y un horario cuando haya menos afluencia de turistas, para asegurar que su experiencia no sea frustrante.
Si están en Cusco y les gusta alojarse en el centro histórico y disfrutar de un hotel por todo lo alto, que les recuerde al tren por lo mas alto de los Andes, sin duda les recomiendo el Belmond Hotel Monasterio, en pleno centro histórico, por lo que se puede ir caminando a los principales atractivos de la ciudad, callejeando y observando esos fabulosos muros incas, inclinados que parece que se van a derrumbar, pero que sin embargo se diseñaron con el objetivo de resistir los continuos movimientos sísmicos. Y además, la experiencia de este Hotel – Monasterio, es monástica, pero no por su humildad, sino más bien lo contrario, ya que tanto las habitaciones, pasillos, escaleras, pinturas, y demás recovecos le transportan a uno en el tiempo y le hacen sentir más como un monarca, que como un monje. Más aun si pensamos en las comidas, que solo por el fascinante desayuno en ese entorno monasterial, merece la pena.
En la etapa final del tren, se llega a Puno, un lugar dominado por la presencia del lago Titicaca (Con un espejo de agua de 8.490 km2 y una profundidad que llega a los 290 m.), con orilla también en Bolivia y nada menos que con 36 islas, siendo las más grandes, las del lado peruano: los Uros, Taquile y Amanti, que sin duda merece la pena conocer y desembarcar, para compartir con las comunidades indígenas (En Perú tienen un programa nacional de turismo rural comunitario). En el planeta hay muchas manchas de agua impresionantes, pero lagos de este tamaño, con islas y gente que habitan a 4.000 m. de altura, y con servicios turísticos, no hay muchos.
Pero volviendo al tren, el exclusivo de América, el Peru Rail Titicaca, recordarles que parte de la ciudad de Cusco (3.354 m.), a la que se llega fácilmente en avión y llega a Puno (3.828 m.) con parada como ya mencione anteriormente en La Raya (4.335 m). Son aproximadamente unas 10 horas de recorrido (Entre 8 y 10 h), con desayuno, almuerzo, snacks, bebidas y cena ligera.
Gastronomía peruana por todo lo alto. Glamour a 4.000 metros de altitud
Se dice que es un tren exclusivo, de lujo, por todo lo alto, no por decir, sino porque realmente tienen un servicio de primera clase, con una comida tipo gourmet y un chef con el que tuve la ocasión de compartir y comentarme su experiencia culinaria en este tren y claro aprovecharme un poco de esa simpatía.
Si bien el Perú es muy conocido por su gastronomía (La capital Lima, es su máximo exponente, pero los grandes chefs del mundo recorren el país a la caza de recetas únicas), en este tren cumplen con dicha imagen y además el servicio es simplemente de alto nivel, con una atención muy personalizada.
El programa de animación gusta mucho a todos los viajeros, a tenor de lo que uno puede observar, con caras siempre sonrientes y de satisfacción, ya que existen varias actuaciones musicales de grupos de música popular y tradicional, bailes, en los que terminan bailando también los pasajeros, desfile de ropa de moda y por supuesto sin faltar nunca los piscos, en su versión pisco sour. El barman, no se corta, afirmando que son los mejores del país, aunque en Lima me tome otro mejor, pero nunca se lo quise comentar.
Esto además ocurre en un ambiente decorativo que emula los ferrocarriles del siglo XIX y principios del XX, aunque con las comodidades y servicios actuales, pero genera unas sensaciones que transportan junto con los paisajes a esas épocas de antaño.
A lo largo del recorrido, seguramente por los perfiles de los viajeros de diferentes nacionalidades (Británicos, suizos, españoles, rusos, colombianos, etc), aunque predominando las europeas, se percibe un ambiente muy amigable y desentendido, provocando que fluyan conversaciones de todo tipo entre todos, más aun después de tomar vino, pisco sour, cervezas, música, bailes, etc. que hace que el idioma deje de ser una barrera de comunicación.
Sin duda el viaje se convierte para muchos en una experiencia inolvidable y como me comentaban muchos de ellos, quieren repetir. Claro y más aun, que acabo de enterarme, que este mismo trayecto ahora, en el 2018, se ofrece en un tour de 3 días, habiendo transformado vagones del tren en camarotes de lujo, donde se puede dormir e incluye un spa, algo muy apetecible, que no les puedo contar hasta que no lo experimente en persona. Ahora si podemos hablar de un destino turístico, por todo lo alto.
Buen viaje y un cordial saludo,
Arturo Crosby
Editor Natour
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