Apenas un tercio de la Antártida se ha librado de la presencia humana
El estudio de millones de registros recopilados desde hace 200 años muestra también cómo la vida se concentra en las zonas más alteradas
Aunque hay una disputa histórica sobre quién llegó primero a la Antártida, si los españoles del San Telmo o cazadores de focas británicos, los primeros registros de la presencia humana en el inmenso continente helado se remontan al verano de 1819. Desde entonces la interferencia no ha dejado de crecer. Un estudio analiza ahora millones de registros en cuadernos de bitácora, bases científicas o estadísticas turísticas de estos 200 años para estimar el porcentaje de tierra antártica con al menos una pisada: apenas un tercio de sus 14,2 millones de kilómetros cuadrados se ha librado.
“Es posible que se produjeron visitas antes, pero no sabemos dónde sucedieron exactamente estas arribadas” cuenta en un correo el presidente del Comité Científico sobre Investigación Antártica (SCAR, por sus siglas en inglés) Steven Chown, autor sénior del estudio. Además, no todas las llegadas, ya sea científicas, comerciales o pesqueras han quedado registradas. Otras muchas, como la mayor parte de las huellas de la presencia de los soviéticos que se perdieron durante el cambio de régimen en Rusia, ya no se conservan. Así que los resultados del trabajo, publicados en Nature, son conservadores.
La investigación de Chown, profesor también en la Universidad Monash (Australia), ha recopilado desde el naufragio del San Telmo en septiembre de 2019, unos 2,7 millones de registros de actividad con una latitud y longitud conocidos. Con estos datos, han podido mapear la presencia humana. Y, con la acumulación de visitas (ya sea un simple paso o el despliegue de una infraestructura) en un punto dado, también pudieron determinar la profundidad de la huella humana en cada lugar.
“Si consideramos que incluso una actividad humana de paso ya tiene un impacto hasta cierto punto, vemos que solo el 32% del continente no ha sido visitado”, dice el presidente del SCAR, comité que asesora a signatarios del Tratado Antártico. La mayoría de este territorio se encuentra en la meseta de la parte oriental de la Antártida, la más inhóspita. Por su puesto, el grado de este impacto depende de lo que se defina como estado de naturaleza. Si solo se cuentan las áreas de actividad científica regular y los puntos más habituales de desembarco de turistas, el 99% de la Antártida aún se podría considerar en estado de natural, aunque no prístino.
La paradoja viene al considerar que es en el 1% más impactado por los humanos donde se concentra la biodiversidad antártica. Más allá de la vida microscópica atrapada en el hielo y lagos subglaciales, la escasa vegetación estacional, las algas, hongos y animales se limitan a las zonas libres de hielo. Que son, precisamente, donde se ubican la mayoría de las estaciones científicas y las actividades turísticas.
“Cuando estas visitas se producen en las escasas y sensibles áreas del continente sin hielo, consideramos que es más probable que tengan un impacto mayor que las actividades en las regiones heladas. Esto se debe a que la mayoría de las especies antárticas usan hábitats libres de hielo y el riesgo de introducir nuevas especies invasoras en la Antártida es mayor en estas zonas”, concluye Chown.