Es mediodía de sábado y, a pleno sol, un puñado de jóvenes estadounidenses y canadienses disfrutan de la temperatura casi primaveral en una de las muchas terrazas de la Condesa, una de las colonias (barrios) de moda de la Ciudad de México. La capital mexicana, antaño una urbe en la que los turistas solo hacían escala, es hoy un hervidero de visitantes que buscan disfrutar de la cultura y el ocio a un precio mucho más competitivo que en sus países. El fenómeno tiene mucho que ver con que a finales de 2017 el periódico más influyente de Estados Unidos, el New York Times, calificase al otrora Distrito Federal como “escapada de lujo de clase mundial” y situase a Tijuana (Baja California) y Puerto Escondido (Oaxaca) entre sus 52 recomendaciones de lugares para visitar. Pero va mucho más allá: en su año más violento en dos décadas y en el que ha recibido la sacudida de terremotos y ciclones, la poderosa industria turística país norteamericano ha sorteado con creces la adversidad: cerrará 2017 con casi 40 millones de visitantes y compitiendo de tú a tú con Reino Unido y Alemania por el sexto y el séptimo lugar en la clasificación mundial de países receptores.
Las llegadas de turistas internacionales a México crecieron en 2017 a un ritmo superior al 10%, según las cifras preliminares de la Secretaría de Turismo a las que ha tenido acceso EL PAÍS y que serán publicadas oficialmente en los próximos días. Supere o no la barrera psicológica del doble dígito de expansión, la evolución es notablemente positiva en un entorno poco proclive desde el punto de vista de la percepción exterior: de México llegan sus innumerables atractivos turísticos y su inmensa amabilidad, sí, pero también una peligrosa espiral de inseguridad con unas causas difíciles de comprender en Europa, EE UU y Canadá, que tienen en el terrorismo su principal amenaza interna
En términos puramente monetarios, los números también son favorables aunque el crecimiento es algo menor: del 7%, frente al 10% del ejercicio anterior, hasta rozar los 21.000 millones de dólares. Esta cifra convierte a la industria en el segundo mayor motor de generación de divisas, solo por detrás de las remesas, y al sector turístico en uno de los más dinámicos de la economía mexicana: el crecimiento achacable a esta actividad casi duplicó a la expansión del PIB general en la primera mitad del año.
Tras estas cifras no hay un sola causa, sino la conjunción de muchos factores: desde la buena marcha de la economía de Estados Unidos -por mucho el principal emisor de turistas a México, con dos de cada 10 estadounidenses que viajan al exterior optando por el país latinoamericano- hasta el bajo impacto de las noticias sobre la inseguridad sobre los turistas, que se sienten seguros en sus lugares de destino y a los que muy raramente afectan los brotes de violencia, pasando por el peso barato respecto a las principales monedas mundiales, la contínua mejora de la infraestructura turística el incremento de la conectividad aérea con EE UU y Canadá. “La liberalización de visas con países de Sudamérica y el manejo de comunicación sobre seguridad en el ámbito internacional y el esfuerzo promocional también han sido favorables”, valora Francisco Madrid, director de la Facultad de Turismo y Gastronomía de la Universidad Anáhuac.
Ajenos a las alertas de seguridad emitidas por su Gobierno, los estadounidenses siguen acudiendo en masa a México. “El turista no ve riesgo para su integridad”, agrega Madrid Flores. Los Cabos (Baja California Sur) es, quizá, el mejor ejemplo: una de las principales mecas para el turismo estadounidense y un destino marcado también por el repunte de la violencia. Ahí, también, las llegadas de visitantes han ganado la partida con creces. “La alerta de agosto del Gobierno de EE UU [que pidió extremar las precauciones en Baja California Sur y Quintana Roo, en parte para curarse en salud] sí tuvo cierto efecto en mercados grupales o de incentivos, los más sensibles por las exigencias que fijan las pólizas de seguros. Eso provocó que el mercado se pusiese muy nervioso en septiembre, pero en octubre las reservaciones aéreas se recuperaron mucho y desde entonces todo ha vuelto a la normalidad”, agrega el profesor de la Anáhuac.
Parte de ese nerviosismo también tuvo que ver con los dos fuertes terremotos que golpearon al centro y sur del país en menos de dos semanas, pero cuyo efecto sobre la industria se circunscribió a la Ciudad de México y a algunos puntos meridionales: ni Cancún, ni Puerto Vallarta, ni Los Cabos, que suman las dos terceras partes de las llegadas de turistas internacionales, sufrieron impacto alguno. Y en la capital, el sector hotelero retornó a la normalidad en cuestión de semanas: los turistas volvieron a poblar las terrazas de la Condesa y los autobuses turísticos descapotables volvieron a lucir repleto. “Business as usual”, sentencia Madrid Flores. Con la reciente retirada de Baja California Sur y la Riviera Maya de la lista negra del Departamento de Estado de EE UU, 2018 se presenta aún más favorable para los destinos favoritos de los estadounidenses en México.
EL 80% DE LOS EMPRESARIOS DEL SECTOR CREE QUE LA INSEGURIDAD AFECTA A SU NEGOCIO
Pese a las buenas cifras de llegadas de viajeros y divisas, los empresarios del sector turístico reconocen que la inseguridad lastra sus negocios. Hasta ocho de cada 10 encuestados para la elaboración del último Panel Anáhuac consideran que la violencia (y la percepción de la misma en el extranjero) “ha afectado a la actividad turística de su empresa o destino”. Esta cifra es ligeramente inferior a la registrada un año antes, cuando casi el 85% de los consultados opinaba en ese sentido. Sin embargo, la proporción de entrevistados que sostiene que la inseguridad afecta “en gran medida” a su actividad se ha más que duplicado en el último año: del 8% al 18%.