Cuéntame otro cuento, sobre los incendios forestales y la Naturaleza, mas allá de la imaginación
¿Cómo podríamos ayudar?

Mucho se está escribiendo, y más que se va a escribir sobre esta tragedia que asola España en estas fechas, pero también otros muchos países con zonas de clima seco y cálido. Tanto se escribe que –muy propio de estos tiempos que corren- sufrirán un fenómeno de “infoxicación” y por tanto, de exceso de información y por tanto, de confusión y desinformación.
Cuéntame un cuento
Déjenme que les cuente algo… abran el ojo de la imaginación y este aprendiz de chamán les transmitirá todo lo que ve…
Érase una vez un planeta espontáneo. Un planeta que, en el imaginario actual, se calificaría de salvaje e indómito. El género Homo existía, pero el Homo sapiens permanecía en África. En Eurasia, los H. neanderthalensis y H. denisova vivían sus vidas. Oceanía y América permanecían sin contacto con nuestra estirpe.
¿Cómo sería ese mundo idílico? ¿Estaba poblado por increíbles selvas y cerradísimos bosques que permitían que una ardilla cruzase toda la Península Ibérica sin tocar suelo? ¿Se perdían nuestros antepasados en la espesura de los bosques fríos de la taiga y se desvanecían como espíritus entre el follaje del bosque templado?
La respuesta es tajante: no. No era así. O lo era únicamente en torno a los trópicos y en islas carentes de depredadores y con altas precipitaciones. Fuera de allí, el contraste era abrupto. Miles, quizá millones de grandes herbívoros de las más variadas especies, géneros y órdenes lo poblaban todo. Cantidades verdaderamente masivas de animales de más (y mucho más) de 40 Kg ocupaban todo tipo de nichos ecológicos y hacían su trabajo, que es comer hierba, matorral y árboles. Que es pisotear y revolcarse por aquí y por allá. Que es romper ramas e incluso tirar árboles abajo. Que es reciclar materia orgánica masivamente por todos lados.
A lo largo de millones de hectáreas por todo el Planeta Tierra, estas configuraciones producían lo que se ha venido en llamar ecosistemas abiertos: por aquí, una umbría de bosque cerrado y variado; por allá unos amplios pastizales; en otro lugar, unos grandes rodales de matorral con pasto; allí una amplia zona sabanoide, y en el río, un bosque galería. Vegetales y animales coevolucionaron para encontrarse en un equilibrio dinámico, ambos tensando desde extremos contrarios. Se trataba de espacios bien estructurados que producían unas cantidades de Vida y una biodiversidad extremas. ¿Saben una cosa? También evitaban los incendios de grandes dimensiones.
En África y Europa, estos animales coevolucionaron con nuestro género, en concreto, con las especies de Homo que hubiese en cada lugar, y allí permanecieron. El registro fósil y paleoclimático demuestra que, antes de que llegara el Homo sapiensa Europa, lo que dominaba el paisaje era la variedad y la escasa densidad de vegetación boscosa. Los anteriores períodos cálidos (interglaciales) similares al actual no solían contener grandes extensiones de monte cerrado. Había rodales y zonas de todo tipo.
Cuéntame otro cuento
El H. sapiens es muy especial. Cuesta mucho saber qué se hace con un supercomputador encima de los hombros que nos empuja a innovar y crear compulsivamente. En algún momento, comenzamos a dispersarnos fuera de África, y parece claro que contribuimos de manera decisiva a la extinción de mucha megafauna que había coevolucionado con otros Homo, pero no con nosotros. Los casos de América y Oceanía fueron mucho más radicales que en Eurasia. Y las consecuencias ecosistémicas serían igualmente radicales.
Cierto que este cuento es más triste… pero no es menos cierto que nos las apañamos bastante bien. Inventamos la gestión del territorio y luego el ganado, los cuales sustituyeron a estos megaherbívoros salvajes y ejercieron las funciones ecosistémicas necesarias para mantener los fuegos a raya.Allá donde no se extinguieron los megaherbívoros, estos siguieron cumpliendo con sus “obligaciones”.
Figura 1.Zonas de la cuenca amazónica supuestamente prístinas y salvajes hoy en día. El estudio de los suelos (derecha) muestra claramente que la mayor parte de estas zonas son el producto de la gestión humana, en ocasiones bastante intensiva.
Fuente: Fletcher et al., ©PNAS
La extraordinadia situación actual y cómo ser parte de la solución
Quien conoce sus raíces, se conoce a sí mismo. Por eso, una vez hayan asimilado los dos cuentos, entenderán lo que ocurre en la actualidad: hace un siglo que la población rural va abandonando sus usos tradicionales en busca de la vida urbana, aumentan las urbanizaciones en pleno monte y hay un cambio climático nuevo… Por primera vez en la Historia Natural, las plantas no encuentran a los herbívoros que las regulan. Las consecuencias parecen obvias… Se pasa de una regulación a base de herbivoría (ecosistemas marrones) a una regulación a base de fuego (ecosistemas negros). No nos gusta la segunda…
El objetivo está claro: lograr un mosaico similar al de antaño, con un paisaje inhomogéneo en aquellas zonas del planeta donde sea preciso. De hecho, simplemente plantar árboles sin control para paliar el cambio climático puede resultar un arma de doble filo porque podrían acabar quemados y liberando ese carbono.
Figura 2. Las plantaciones masivas de árboles pueden ser contraproducentes en muchas zonas del planeta. Hay que efectuarlas con criterio y mesura… Las cubiertas forestales homogéneas y tupidas favorecen la propagación de los incendios, bien sean plantadas o recrecidas espontáneamente, por ejemplo, por matorralización de un territorio que se abandona. La formación de áreasde pasto o humedal que interrumpan la conexión entre zonas espesas disminuye la propagación del fuego, amén de disparar la biodiversidad (en la variedad está el gusto).
Fuente de esta infografía: Valladares et al.
Fuente original: Hermoso et al., ©Wiley.
https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/gcb.15625
No vamos a entrar aquí en los mil y un detalles técnicos. Para eso están los expertos. Sin embargo, como agentes turísticos, pueden contribuir positivamente a la regulación de la vegetación y la prevención de los incendios. Y las suyas pueden ser de las pocas sostenibles (¿quién va a pagar a hordas de agentes que desbrocen el monte entero a saco? ¿Seguirán criterios técnicos de verdad?).
Son bien conocidos los efectos benéficos de la ganadería extensiva y la trashumancia, que todavía sobrevive como puede. ¿Por qué no organizar paquetes turísticos para que los más osados puedan acompañar a los mayorales en su migración anual de toros bravos, por ejemplo? Toda una aventura que apoyará monetariamente a esta actividad en declive.
Y para quien disponga de grandes terrenos, una de las opciones más prometedoras se perfila en el Rewilding: devolver a los montes una variedad y carga de herbívoros salvajes o asilvestrados que regulen el ecosistema, con menores costes que la ganadería tradicional. Ejemplos magníficos de cómo pueden rentabilizarse con turismo son Paleolítico Vivo, o las fincas El Encinarejo (Jaén) y la Herdade do Vale Feitoso (Portugal). Si desean un enfoque más intermedio y mixto, pueden fijarse en el magnífico ejemplo de la finca del matrimonio Knepp, donde el ganado en semilibertad se da la mano con la reintroducción de especies salvajes que hacía siglos y hasta milenios que no se veían en Reino Unido. Productos de cercanía y el máximo respeto por el entorno (y un documental precioso).
La solución al problema de los incendios masivos no es nada fácil. Tampoco será rápida. Y seguramente, no exista una solución definitiva. Mientras tanto, estas son mis sugerencias para el turismo de naturaleza desde el resilvestrado humano y la Medicina evolutiva. Confío encontremos más sinergias.
Por nuestro medico de cabecera: Carlos Fernández Carrillo, Gastroenterology and Hepatology
Hospital Universitario Puerta de Hierro-Majadahonda, IDIPHISA, CIBERehd






