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La sobresaturación turística en la alta montaña

NR: A pesar de la situación de pandemia y especialmente de las dificultades de acceso a las altas montañas como el Anapurna, cada vez mas los turistas con capacidad de gasto, están dispuestos a poder escalar la cumbre aunque se tengan que esperar colas de otros y tiempo para poder llegar a su meta. Les pasamos este interesante reportaje publicado en El País

El pasado 16 de abril, la cima del Annapurna conoció un tráfico de escaladores impropio de la leyenda trágica de esta montaña de 8.091 metros. Era viernes y 67 alpinistas se retrataron en su punto culminante, 12 de ellos mujeres. Conquistado en 1950, el Annapurna fue el primero de los 14 ochomiles del planeta en ser vencido, honor que se llevaron los franceses Maurice Herzog y Louis Lachenal. Desde esa fecha hasta el año 1990, otros 65 alpinistas pisaron la cima del Annapurna, ya por entonces conocida como la montaña más mortífera. Así que el 16 de abril de 2021, un único día, refleja un récord de cimas que iguala en número a todas las alcanzadas en 40 años de expediciones desde su conquista.

Aunque la pandemia de la covid se centró principalmente en su capital, Katmandú, Nepal cerró sus fronteras el 24 de marzo de 2020, dejando entre paréntesis la industria del turismo de montaña, cuyos operadores locales están dispuestos a explotar con hambre. La reciente reapertura del país coincide con el inicio de la temporada de primavera en las montañas del Himalaya y con una sorprendente noticia: se han generado colas para plantarse en la cima del más peligroso de los ochomiles. Muchos se preguntan cómo ha sido posible… En 2019, a rueda del equipo de Nirmal Purja, se colaron 32 alpinistas en una jornada en la cima del Annapurna. Fue lo nunca visto, y una revelación para agencias de turismo en montaña tan poderosas como Seven Summits Treks, dirigidas por nepaleses de la etnia sherpa que vieron la oportunidad de ampliar su estrategia de negocio. Su idea es exportar a los 14 ochomiles el modelo de rodillo del Everest, es decir, convertir montañas peligrosas en autopistas cómodas y seguras, colocando kilómetros de cuerdas fijas, depósitos de oxígeno y tirando de trabajadores cualificados para equipar y ordenar el tráfico en montaña.

De los 67 que el pasado viernes alcanzaron la cima del Annapurna, 28 eran trabajadores sherpas de cinco agencias diferentes, una de ellas la de Mingma G, ahora una leyenda local tras conquistar el K2 en invierno junto a 10 de sus compatriotas. Eso sí, dichas agencias no escatimaron en recursos: al darse de bruces con una montaña más técnica de lo esperado, gastaron toda la cuerda que llevaban para fijar, lo que antaño hubiese arruinado casi todos los intentos de cima. Ahora bastó con esperar la llegada de un helicóptero que depositó a 6.400 metros varias bobinas de cuerda. Y la cuerda es una de las claves, junto al oxígeno artificial y a la huella abierta por los sherpas, para garantizar el éxito de los clientes en una montaña que hasta el pasado año contabilizaba 72 muertes (37 de ellas causadas por avalanchas) para 298 ascensiones. Atados a dicha cuerda, los clientes no pueden caerse ni extraviarse y se agarran o tiran de ella para progresar. Cualquier atisbo de autonomía en montaña es un espejismo.

Pasang Lhamu, en la cima del Annapurna, en una imagen de su cuenta de Instagram.
Pasang Lhamu, en la cima del Annapurna, en una imagen de su cuenta de Instagram.

El negocio del Everest es enorme pero se queda corto y demasiado sometido a las ventanas de buen tiempo. La demanda de turismo de altura ha crecido y sigue su ascenso imparable, y masificar el techo del planeta no es ya una opción saludable, vistas las imágenes de atascos y las muertes recientes durante una espera insoportable a 8.800 metros de altitud. Diversificar es el nuevo leitmotiv de las agencias locales, que no se cortan y ya ensayaron el pasado invierno en el K2, por su vertiente de Pakistán. Si logran atraer la atención de nuevos clientes, diversificar sus fuentes de ingreso disminuirá la presión sobre el Everest, que podría conocer un número cerrado de expediciones anuales. Pero no parece que se esté cerca de alcanzar el momento de frenar el flujo de aspirantes al techo del planeta: en 2019 se registró un récord de 382 permisos en el lado sur (Nepal) de la montaña. A día de hoy, el gobierno local ha concedido 338 y la cifra sigue en aumento, y esto sin contar a los trabajadores sherpas, lo que contradice todos los anuncios previos declarados por la autoridad del país para seleccionar con criterio el flujo de escaladores.

Las estadísticas de esta temporada revelan un gran aumento en la demanda femenina: si hasta la fecha solo el 11% de los permisos de cima solicitados en Nepal eran tramitados por mujeres alpinistas, en el estreno de la primavera el porcentaje se ha colocado en un 21%, cifra que explica que de las 67 personas que pisaron la cima del Annapurna el pasado 16 de abril 12 fuesen mujeres, seis de ellas nepalesas. Pasang Lhamu y Dawa Yangzum lo lograron sin emplear oxígeno artificial, de la mano de cuatro compatriotas: Maya Sherpa, Sharmila Tamang, Dabhuti Sherpa y Purnima Shrestha.

Entre 1950 y 1990, solo dos mujeres alcanzaron la cima del Annapurna. La checa Vera Komarkova y la norteamericana Irene Miller lo hicieron en 1978, el mismo día y empleando oxígeno artificial. Desde 1950 hasta 2020, apenas se habían registrado 17 cimas femeninas en la cima del Annapurna.

 

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