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Experiencias salvajes comestibles para los guías de naturaleza

Como aprender de la flora silvestre más cercana que suele pasar desapercibida para los turistas que viajan a la naturaleza

Comenzamos una serie de artículos realizados por Carlos Fernández, un medico poco habitual y naturalista que servirá de guía de naturaleza para guías de turismo de naturaleza, donde se puede aprender desde un tour de gastronomía silvestre o salvaje, hasta otro medicinal sin olvidarse de la salud emocional

 

Me encuentro paseando cerca del arroyo. Un bello bosquete de galería lo flanquea.

¿No están en el campo? ¿Se encuentran leyendo este portal? No es mala idea… Sin embargo, somos criaturas que hemos evolucionado y nos hemos desenvuelto durante millones de años en entornos al aire libre. Ya hemos podido leer acerca de los grandes beneficios que nos aporta la naturaleza (vitamina N).

Si ustedes son guías de naturaleza, entonces seguro que salen al aire libre con mucha frecuencia (probablemente, les gustaría hacerlo aún más). Pero hay un hecho en el que pocos reparan: los excursionistas, y especialmente los muy acostumbrados a entornos urbanos, pueden salir a la naturaleza viviéndola como a través de una interfaz que les aísla y les impide sentirla de verdad.Y esto es grave, pues ellos mismos son parte de esa naturaleza.

Hace falta conservar, sí, pero la necesidad de evitar el deterioro resultante de la masificación, a menudo nos lleva a intelectualizar el medio natural. Hay que transmitirles respeto por el entorno y evitar que lo deterioren, pero es muy importante romper ese aislamiento invisible para lograr que nuestros clientes lo vivan de verdad. Así es como de verdad lo conocerán. Y así es como de verdad lo amarán. Es la única oportunidad para que también lo cuiden de verdad. Como guías, ¿sabrían reconocer en profundidad las plantas que les rodean? ¿Podrían decir, además de su nombre, si son buenas para alimentarse o para otros usos? ¿Las han probado alguna vez? ¿Las prueban de manera controlada sus clientes?

Mi propuesta es que me sigan… leyendo. Yo seré sus ojos, su tacto, su vista, su oído y su olfato, en esta experiencia de plena conexión. Trataremos de que conozcan todos los secretos de las plantas salvajes comestibles de España. Y así, podrán pasar la antorcha a sus clientes. Pero no nos quedaremos ahí porque lanzaremos más propuestas.Y lo haremos con rigor científico y hasta médico. Vengan conmigo al arroyo:

Por supuesto, lo primero que me llama la atención es el agradable cascabel de las hojas de los álamos y el delicioso rumor del agua, capaces por sí mismos de mejorar la salud de las personas.

Pero hoy vamos a ir más allá en nuestra relación con el entorno: vamos a buscar frutos espontáneos. Y por supuesto, vamos a disfrutar de sus cualidades.

Caminamos con la vista recta, el campo visual amplio. ¡Nada de estar arrugados sobre sí mismos! Eso lo dejamos para la oficina. Así, todo entra desde fuera hacia nuestro interior. Tenemos perspectiva y nos conectamos con el entorno. El pensamiento discursivo y repetitivo se diluye… y así es como nos topamos con unos arbustos muy característicos: las zarzas.

Foto 1. Zarzamora o zarza. En este caso, RubusulmifoliusSchott., que es la especie más común.

Mírenlas bien (foto 1). Son una maravilla del universo. Rudas, con una legendaria capacidad de rebrote, y útiles. Muy útiles para la humanidad durante miles de años. Sus hojas compuestas por 3-5 hojuelas son muy características, y sus púas curvas, legendarias. A quien no se le haya alguna clavada nunca, es que necesita menos intelectualización y más patear el monte.

Como aprender de la flora silvestre más cercana que suele pasar desapercibida o minusvalorada para los turistas que viajan a la naturaleza

 

Hoy, que estamos en septiembre, nos centraremos en sus frutos: las zarzamoras (Foto 2).

Obsérvenlas, porque son otra maravilla de la naturaleza (como todas las maravillas). Quizá sea momento de desempolvar aquella lección de Ciencias que hablaba de la mórula en el desarrollo embrionario. Años como éste, y caluroso como pocos, maltratan a las pobres zarzamoras, por lo que debo buscar sólo las matas más resguardadas y beneficiadas por la humedad. Cuando y donde la climatología sea más benigna, será mucho más fácil toparse con moras de buena calidad. En otras épocas del año y futuros artículos, exploraremos otras partes comestibles de la planta (sí, las hay…).

¿Cómo saber si están maduras o no? Fácil: las inmaduras son rojas, como las frambuesas. Las maduras son negro azabache y brillantes. ¡Pálpelas! Están en su punto cuando se desprenden fácilmente con los dedos. Esta está casi negra, pero algo dura… esta otra está bien blandita, y esta otra, y esta… Pues ahora llega el momento que no vamos a demorar. Hace calor, hemos caminado mucho, y esto es un regalo que está aquí para nosotros. Para adentro, con pelitos y todo. Si su vista y su tacto no les engañaron (basta con el tacto), el gusto corresponderá. Frescas, sabrosas, dulces, y llenas de huesecillos que se van a ir gaznate abajo todo junto. Ya les veo una sonrisa dibujarse en su cara. Como la mía.

Foto 2. Moras de zarza, o zarzamoras. Se aprecian las inmaduras (rojas) y las maduras (negras).

¿Sabían que este tipo de frutos contribuye a la salud de su microbiota?.

Los amigos de mis amigos, son mis amigos: si ustedes cuidan de su microbiota, ésta cuidará de ustedes. Las capacidades antioxidantes de las zarzamoras son también legendarias.

Imagínense vivir de la caza y la recolección. En esta época del año, hay muy poco fruto que recoger, y resultan prácticamente una bendición. Ahora bien, las plantas salvajes tienen varios problemas. El más importante es la confusión con plantas no comestibles. Incluso tóxicas. Cuando todavía no habíamos intelectualizado la naturaleza, los niños que aún se subían a los árboles podían confundir las zarzamoras con el emborrachacabras (Coriariamyrtifolia L.), que además de emborrachar las cabras, mata a los humanos (ver “La Hoja oficial del lunes”, ) Barcelona, 11 de julio de 1955,  (Casos más recientes en: science direct ) (también esta info de wikipedia). También hay arbustos muy peligrosos que el ojo poco entrenado puede confundir. La dulcamara (Solanum dulcamara L.) es propia de las riberas, con hojas vagamente similares a las de la zarza, y con racimos de frutos que, no obstante, nunca pasan de rojos al madurar.

Foto 3.La dulcamara (Solanum dulcamara L.) es también común en riberas y bosques de galería. ¡Mucho cuidado, que es venenosa!

Fíjense que no tienen espinas, y los frutos son casi como tomatillos, pues son de la misma familia que los tomates (Foto 3), es decir, las solanáceas. La dulcamara tiene usos tradicionales, ¡pero jamás se come! Puede ser mortal.

También es muy fácil confundir una zarza con un escaramujo o rosal silvestre (generalmente Rosa canina L.) (Foto 4). De hecho, ambas plantas son rosáceas. Sin embargo, es también fácil ver que no tienen moras. Sólo escaramujos, que jamás se ponen negros. Además, sus tallos no son acanalados, como los de las zarzas.

Foto 4. Rosal silvestre (Rosa canina L.). Hay más especies en España, pero ésta es la más frecuente. Sus frutos, los escaramujos, no están todavía para comer. Los podemos dejar para otro paseo más adelante… se lo explicaremos.

Y, aunque lo que tenga delante sean zarzamoras con total certeza, es de sentido común no recoger frutos de matas cercanas a caminos y carreteras, y tomar preferentemente aquellos que estén más altos, sin contacto con ganado o animales silvestres. Por supuesto, si puede, lávelos. Y no esquilme todos los que haya. Quien venga detrás también tiene derecho, sea humano o no.

Un mirlo ya se sabía todos estos consejos, y nos ha dejado unas llamativas cagarrutas moradas por aquí. Nosotros también nos hemos puesto morados

Con el estómago y el alma algo más alegres, reanudamos la marcha y ampliamos nuestras miras. Después de todo, los calores podrían haber adelantado la maduración de otros frutos… y así es como nos topamos con una parra salvaje (o asalvajada, que lo más común) (Foto 5).

Foto 5. Parra (VitisviniferaL.). Esta vez sí que es difícil equivocarse. Hay muchos ejemplares de subespecie doméstica asilvestrados, pero parece que también podría haber una subespecie verdaderamente salvaje. Son casi indistinguibles.

¡Resulta que tiene uvas! Son básicamente del mismo aspecto que una uva blanca doméstica. Pálpelas: algunas están ligeramente duras, pero parece que se van a dejar comer… No está mal. Un punto ácido, pero sientan muy bien con estos calores.Qué bien sienta lo que hace falta…

Con lo básico cubierto, volvemos a ampliar nuestra atención al entorno, y es cuando reparamos en que estos manjares están bien regados con los cantos de los ruiseñores. Simplemente, perfecto.

Corolario: con casi ocho mil millones de habitantes, nos encontramos en un mundo masificado. Si todas las personas salen a por zarzamoras y uvas, éstas se agotarán. ¿Opciones más sostenibles? Péguense una buena caminata por el monte, y llévense unas uvas locales y de temporada. El efecto es muy parecido .

Explique las plantas comestibles y otras confusiones. Que palpen los frutos. Que prueben algunos. Que sepan que están ahí también para ellos, y que sepan que deben dejar para otros.

Y no olviden salir al campo y renaturalizarse…

 

Existe una tensión entre la necesidad de conservar y la necesidad de vivir en primera persona eso que se necesita conservar. No se conserva lo que no se ama, y no se ama lo que no se conoce, pero para conocerlo de verdad, hay que vivirlo en primera persona… El equilibrio es difícil. Mientras tanto, confío inocentemente en que esta narración les ayudará a acercarse al entorno natural, tanto si pueden disfrutar de las uvas silvestres como si no.

 

Sobre el autor:

Carlos Fernández es un médico poco habitual y naturalista La faceta más convencional la cumple como gastroenterólogo y hepatólogo asistencial, siendo también investigador traslacional y clínico en el IDIPHISA. Ha realizado diversas estancias investigadoras en centros de gran prestigio nacionales e internacionales, y se le han otorgado diversas becas y proyectos. Sin embargo, su faceta más salvaje es la de naturalista apasionado de lo silvestre, de la relación hombre-naturaleza y de los pueblos tradicionales de la Tierra. Es colaborador habitual de figuras como Maykol García, divulgador y experto en supervivencia y bushcraft. Actualmente, el Dr. Fernández se dedica a fundir ambos mundos para ayudar al humano moderno a vivir una vida más acorde con sus genes y raíces.

 

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