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Una Antártida sin hielo

Desde 1992, la pérdida neta de hielo en esta parte del planeta ronda los 3 billones de toneladas, lo que ha contribuido en casi 8 milímetros a la subida global del nivel del mar

Ni usted, querido lector, ni quien escribe estas líneas, ni nuestros hijos, ni nuestros nietos, ni, seguramente, sus respectivos hijos y nietos, llegarán a ver una Antártida libre de hielo, pero sí una pérdida creciente de agua congelada, que ya está en marcha. Los científicos ya han encontrado pruebas fehacientes del cambio que está empezando a producirse allí, aunque cuando uno visita aquel vasto territorio helado, no es consciente de la magnitud que está empezando a adquirir la citada pérdida de hielo y las consecuencias que ello está empezando a tener.

Recientemente, se ha publicado el estudio más completo llevado a cabo hasta la fecha sobre los cambios de la masa de hielo experimentados en la Antártida en los últimos 25 años y las conclusiones son claras y demoledoras. Desde 1992, la pérdida neta de hielo ronda los 3 billones de toneladas —con b—, lo que ha contribuido en casi 8 milímetros a la subida global del nivel del mar. Los científicos no solo han logrado cuantificar la cantidad de hielo que ha perdido la Antártida, sino también el ritmo al que lo ha venido haciendo y la conclusión es clara: el deshielo se está acelerando, siendo especialmente crítica la situación en la Antártida Occidental.

Cambios en la masa de hielo (ganancias y pérdidas) en la Antártida entre los años 2002 y 2016, a partir de las observaciones de la misión GRACE.
Cambios en la masa de hielo (ganancias y pérdidas) en la Antártida entre los años 2002 y 2016, a partir de las observaciones de la misión GRACE. NASA

 

Desde el año 2012, la Antártida pierde hielo tres veces más rápido que como lo hacía al inicio del período que se ha analizado. Esto es un clarísimo toque de atención sobre los impactos que está empezando a tener allí el calentamiento global. No es algo que pueda extenderse a todo el territorio antártico, pues hay zonas, particularmente de la Antártida Oriental, donde la masa de hielo incluso se ha incrementado, pero el balance neto es de pérdida y en caída libre. Las perspectivas de cara al futuro no son nada halagüeñas, especialmente si seguimos sin tomar medidas urgentes para frenar la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Las proyecciones climáticas plantean un escenario nada prometedor para finales de siglo si no se actúa con rapidez. Incluso actuando de forma decidida, seguirá perdiéndose hielo antártico en las próximas décadas, y esa fusión seguirá contribuyendo a subir el nivel del mar, pero lograríamos atenuar el ritmo de pérdida.

En un escenario de bajas emisiones, en 2070 la temperatura media de la Antártida subiría 1 ºC, las aguas que rodean el continente blanco se calentarían en 0,7 ºC, se perdería del orden del 8% del hielo y dicha pérdida contribuiría a subir 6 centímetros el nivel medio del mar. El impacto no es pequeño, pero es mucho menor que el que habría si se considera un escenario de altas emisiones, al que podemos encaminarnos si seguimos con una actitud pasiva ante el cambio climático.

En dicho escenario, la subida de temperatura del aire en la Antártida alcanzaría los 3 ºC, las aguas del océano antártico se calentarían casi 2 ºC, la pérdida de hielo alcanzaría el 43% y eso se traduciría en unos 27 centímetros de subida del nivel del mar, a los que habría que sumar los debidos a la fusión del hielo de Groenlandia (cuya contribución es mayor en la actualidad) y la dilatación térmica del agua oceánica. En definitiva, un escenario poco deseable, de gran impacto en el sistema climático, al que nos costaría mucho adaptarnos.

La Antártida sin hielo. El mapa de la izquierda muestra lo que pasaría si elimináramos de repente todo el hielo que cubre la Antártida. El de la derecha considera los efectos del rebote isostático y la subida del nivel del mar debida a toda la fusión del hielo.
La Antártida sin hielo. El mapa de la izquierda muestra lo que pasaría si elimináramos de repente todo el hielo que cubre la Antártida. El de la derecha considera los efectos del rebote isostático y la subida del nivel del mar debida a toda la fusión del hielo. PAUL V. HEINRICH (IZQDA.) Y ROBERT A. RODHE (DCHA.)

Tal y como comenté a principio del artículo, no llegaremos a ver una Antártida libre de hielo, pero sí que iremos presenciando cómo los signos del calentamiento global se van haciendo allí cada vez más evidentes. Gracias a los científicos, no sólo sabemos el ritmo al que la Antártida está perdiendo hielo; también nos han mostrado cómo sería el continente si quedara desnudo de este elemento. Puede verlo en las figuras anexas. Si, de repente, desapareciera el gigantesco manto helado, el continente blanco (que dejaría de serlo) pasaría a ser un conjunto de islas. Esta nueva configuración pone de manifiesto su fragilidad, particularmente en su parte occidental, ya que podemos comprobar cómo una gran parte del hielo está flotando en agua marina y ésta —tal y como se ha comentado— se calentará en el futuro. La pérdida de hielo trae consigo la consabida contribución a la subida del nivel del mar y el llamado rebote isostático, ya que, al descargarse de peso, la masa continental, irá también ascendiendo. Hay que confiar en que ni nuestros hijos, ni nuestros nietos, ni sus respectivos hijos y nietos, llegarán a ver una Antártida sin hielo.

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