Dos pueblos donde la luz brilló cuando España se apagó

El lunes, mientras la península se paralizaba, en dos pequeños pueblos del norte la luz no falló. La clave no estuvo en la suerte, sino en decisiones tomadas hace algunos años
Cuando el 28 de abril un fallo en el sistema eléctrico dejó sin luz a millones de hogares en toda España, dos pequeños pueblos del norte sorprendieron al mantenerse iluminados. Como si vivieran ajenos al apagón. En Oseja de Sajambre, un enclave leonés escondido entre montañas, y en San Vicente del Monte, una aldea cántabra rodeada de pastos y silencio, la vida siguió su curso. Cafeteras funcionando, neveras encendidas y televisores sintonizados fueron la norma mientras, a su alrededor, sin saberlo, todo se apagaba.
Ni suerte, ni casualidad
La explicación no está en la suerte ni en la casualidad. Ambos pueblos llevaban años preparándose, con infraestructuras pensadas para resistir justamente eso: fallos en la red general. En Oseja de Sajambre (León), un sistema de minicentrales hidroeléctricas permite aislarse de la red estatal y autoabastecer al municipio en caso de emergencia. En San Vicente del Monte (Cantabria), una batería de litio instalada en 2020 por Viesgo actúa como respaldo inmediato ante cualquier corte. Dos soluciones distintas, un mismo resultado: luz cuando todo en España era oscuridad.
Quien atiende el teléfono en el Hostal Cuna del Sella conoce bien el sistema. «Nosotros consumimos energía de la red de España, pero tenemos una fórmula para separarnos cuando hay problemas», explica. En Oseja, tres minicentrales hidroeléctricas -Güeyu de Zalambral, San Pedro y Ribota- aprovechan el caudal de los arroyos que bajan del alto Sella.
Estas plantas, con potencias que van de los 300 kW a los 2 MW, están conectadas a la red local de 20 kV que enlaza varios pueblos del valle y pueden operar en modo isla cuando se interrumpe el suministro exterior. «Esto lo tenemos desde hace 15 o 20 años», dicen con naturalidad. En la práctica, significa que cuando el resto de León cayó junto a la red peninsular, en el valle de Sajambre las luces siguieron encendidas gracias a su propio caudal.
El poder de anticiparse
En San Vicente del Monte la solución fue distinta, pero igual de efectiva. Allí, en 2020, la eléctrica Viesgo instaló un sistema de baterías de ion-litio con capacidad de 232 kWh. «Se fue la luz cinco segundos y ya estaba conectada la batería», cuenta la propietaria de la posada rural La Bolera. «Mis padres estaban viendo la tele sin darse cuenta de nada; se enteraron por las noticias».
El sistema está diseñado para actuar como respaldo en caso de avería, especialmente en zonas rurales sin doble alimentación, como es el caso de este núcleo del municipio de Valdáliga. Supervisa y gestiona la operación EDP Redes desde su centro de control, y el impacto ha sido significativo: los tiempos de interrupción eléctrica se han reducido más de un 50 % desde su puesta en marcha.
Ambas soluciones responden a un mismo principio: anticiparse. En el caso de Oseja, las minicentrales no sólo se activan en situaciones extraordinarias como la del 28 de abril. «Una vez al año, por lo menos, se usan» cuenta el trabajador del hostal. En invierno, cuando la nieve y los temporales afectan las líneas que cruzan las montañas, la desconexión de la red estatal permite que el municipio siga funcionando.
La previsión funciona
En San Vicente del Monte, la batería fue instalada como parte de un programa piloto de innovación energética en zonas aisladas. No hay heroísmo en ninguna de las dos historias, sino decisiones técnicas pensadas para que la vida rural no se apague con la primera avería.
Lo curioso es que, mientras gran parte del país compartía memes sobre cenas a la luz de las velas o calles sumidas en penumbra, estos dos pueblos ni siquiera sabían lo que estaba ocurriendo. «Mis padres no entendían por qué les llamábamos para preguntar si tenían luz», dice la propietaria de la posada cántabra, que vive en otro municipio.
En Oseja, el empleado del hostal recuerda que aquel día estaba en Oviedo y se enteró del apagón fuera del valle: «Allí, todo seguía igual». Más allá de lo técnico, queda una lección sencilla: la previsión funciona.
Mientras las ciudades dependen de redes centralizadas y frágiles ante una avería, hay pueblos que, por necesidad o por previsión, decidieron apostar por su independencia energética. El resultado es que, cuando la red general falla, ellos siguen adelante.
Quizás no se trate de replicar exactamente los modelos de Oseja o San Vicente en cada rincón del país. Pero sí de entender que la autosuficiencia -aunque sea parcial- puede marcar la diferencia.
Porque en un futuro con más fenómenos extremos y una red cada vez más exigida, saber desconectarse a tiempo puede ser tan valioso como estar siempre conectados. Y estos dos pueblos ya lo han demostrado.