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América Latina carga las baterías para el transporte limpio

La región empieza a dar sus primeros pasos hacia la electrificación de sus sistemas de movilidad en las grandes ciudades

Salir de casa, caminar por una gran avenida y respirar aire puro durante el trayecto. En urbes como Bogotá, Lima, Buenos Aires, Sao Paulo o Ciudad de México parece una escena utópica, pero es viable y, sobre todo, necesaria.

Las calles libres de humo son clave para que la temperatura de la tierra no aumente más de 1,5 ºC para el año 2100, pero también para que el cambio climático no arrastre consigo a más personas hacia la pobreza y se reduzca la cifra de enfermedades y muertes anuales por aire contaminado.

Según estimaciones del Banco Mundial, el transporte produce el equivalente al 15% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Si las tendencias se mantienen y no hay acciones urgentes, este porcentaje podría subir al 33% para 2050. América Latina, por su parte, genera casi el 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. El sector transporte ocupa un lugar importante en los inventarios de estos gases que afectan nuestra atmósfera: es responsable de un 19% de las emisiones de CO2 en la región, de acuerdo con el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

Cada año, en el continente americano hay 93.000 fallecimientos por esta causa en países de bajo y mediano ingreso; y 44.000 en países de ingresos altos, revelan las estadísticas más recientes de la Organización Mundial de la Salud. ¿Qué hacer?

Transición hacia la movilidad eléctrica

En momentos en que la flota de automóviles en Latinoamérica aumenta vertiginosamente, -se calcula que para 2050 haya unos 200 millones de vehículos, el triple de los que existen hoy- la transición hacia un sistema de transporte con bajas emisiones de carbono se hace cada vez más relevante.

Reducir las emisiones mundiales de 7,7 gigatoneladas de CO2 equivalente a 2Gt y 3Gt para 2050 requerirá de grandes inversiones tanto del sector público como del privado, pues desplegar el potencial de la movilidad eléctrica va más allá de los gobiernos nacionales o locales.

Para comprender los desafíos y acelerar la adopción de tecnologías limpias en América Latina, el Banco Mundial está implementando el Proyecto Bus Limpio, con el que ya se está trabajando en São Paulo, Ciudad de México, México, Santiago de Chile, Buenos Aires y Montevideo.

En cada ciudad se hizo un diagnóstico que comparó los costos del ciclo de vida y las emisiones de gases de efecto invernadero de tecnologías que van desde el diésel limpio (equivalente a Euro VI), el gas natural comprimido, las baterías eléctricas y autobuses de hidrógeno.

Como era de esperarse, las tecnologías de baterías eléctricas resultaron ser las de mayor eficiencia energética y las más amables con el ambiente. Más allá de los aspectos técnicos, el Proyecto Bus Limpio conectó varias partes interesadas para fomentar una comunidad internacional de líderes comprometidos con la agenda de movilidad limpia.

Por un aire más puro

Un 66% de los países de América Latina y los gobiernos locales de 50 ciudades de la región incluyen el transporte en sus compromisos para luchar contra el cambio climático, entre ellas Ciudad de México, Río de Janeiro y Santiago, que han prometido eliminar todas sus emisiones para 2050, apunta el informeCargando el futuro, elaborado por varios expertos.

Si América Latina hiciera una apuesta sólida por la movilidad eléctrica, la región vería una reducción de aproximadamente más de 1.500 millones de toneladas de CO2 y un ahorro de combustible de casi 85.000 millones de dólares entre 2016 y 2050, advierte el PNUMA.

Otro estudio reveló que si 22 ciudades latinoamericanas sustituyeran su flota de buses y taxis por unidades eléctricas, para 2030 podrían verse grandes resultados:

  • Se dejarían de emitir 300 millones de toneladas equivalentes de dióxido de carbono.
  • Se evitaría la muerte prematura de 36.500 personas.
  • América Latina ahorraría 64.000 millones de dólares en combustible.

Hace cinco años el interés por la movilidad eléctrica comenzó a ganar cada vez más adeptos. El mercado en 2016 era muy reducido, pero en 2018 se alcanzó un récord de cuatro millones de vehículos eléctricos vendidos en todo el mundo, se lee en el reporte Movilidad Eléctrica: avances en América Latina y el Caribe y oportunidades para la colaboración regional, publicado en noviembre pasado por ONU Medio Ambiente.

El dato marca la ruta del futuro: para 2020, según la Agencia Internacional de Energía, la flota mundial de vehículos eléctricos alcanzará los 13 millones y Bloomberg estima que aumentará a 530 millones para el 2040.

Si bien la electrificación del transporte en la región aún no le sigue el paso a Asia o Europa, en 2018 varios países latinoamericanos ya anunciaron o están trabajando en sus estrategias de movilidad eléctrica y están dando pasos importantes para que el deseo de respirar aire puro deje de ser una utopía.

América Latina tiene potencial para electrificar sus sistemas de transporte:

  • La matriz de producción de energías renovables es alta y podría serlo más. Casi el 60% de la capacidad de energía instalada proviene de fuentes renovables, cifra mucho mayor al promedio mundial que es del 33%.
  • La región cuenta con el mayor uso de autobuses por persona y 62 ciudades ya cuentan con sistemas de buses de tránsito rápido.
  • En Argentina, Brasil y México operan tres grandes fabricantes de automóviles.
  • Bolivia, Chile y Argentina tienen grandes reservas de litio, material clave para las baterías de los vehículos eléctricos.
América Latina carga las baterías para el transporte limpio

Por supuesto, también existen importantes desafíos: los altos costos, la creación de infraestructura de carga, la existencia de sistemas eléctricos adecuados y la formación de capital humano para el mantenimiento de los vehículos. Aprovechar esta oportunidad y superar estos desafíos para una transición hacia la movilidad eléctrica en la región requiere repensar los subsidios al diésel, apoyar el financiamiento verde, promover incentivos fiscales y no fiscales, sugieren los expertos.

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